¿Qué va a pasar en Cataluña tras la gran ruptura?
¿Qué va a pasar en Cataluña tras la declaración el viernes de la independencia y la posterior toma de control directa por parte del gobierno español? ¿La ruptura es real, imaginaria? ¿Cómo encauzar la situación en este territorio del tamaño de Bélgica?
La respuesta a estas preguntas dependerá del nivel de resistencia de los dirigentes separatistas y de sus militantes. Pero también de los intereses de los partidos políticos ante la convocatoria de elecciones regionales hecha por el jefe de gobierno conservador Mariano Rajoy para el 21 de diciembre.
¿Una República ya agotada?
El presidente independentista catalán destituido por Madrid, Carles Puigdemont, y su número dos, Oriol Junqueras, parecen no haber acatado su destitución. Pero este lunes no intentaron regresar a sus antiguos puestos de trabajo, y el primero viajó a Bruselas sin precisar las razones.
Mientras, pocas cosas parecen haber cambiado: la bandera española ondea todavía sobre las edificios públicos de la región y la página web del gobierno catalán sigue mostrando las fotografías de los miembros del gobierno destituido.
El gobierno tomó el control de la policía catalana, los Mossos d’Esquadra, que aceptaron retirar la protección de ciertos miembros del gobierno catalán cesado.
“La nueva ‘República’ es evidente que tiene mucha menos fuerza que el Estado español”, admitió este lunes el abogado de Puigdemont, Jaume Alonso-Cuevillas.
Los miembros del gobierno destituido se exponen a ser imputados por los delitos de rebelión, sedición y malversación de fondos. Muchos de ellos no fueron a trabajar el lunes ni sus consejeros.
¿Qué resistencia?
Las asociaciones independentistas, que pueden movilizar cientos de miles de personas, se han mantenido con perfil muy bajo desde hace días, al igual que los “Comités de Defensa de la República”, que surgieron, en muchas ocasiones impulsados por militantes del partido de extrema izquierda CUP, para defender los centros de votación del referéndum de autodeterminación inconstitucional del 1 de octubre.
“La resistencia, si la hay, tiene que ser pasiva y ‘low cost'”, estima de su lado el politólogo Pablo Simón, considerando que los 200.000 funcionarios catalanes no tomarán el riesgo de sufrir sanciones.
“Otra cosa es que hagan huelga de brazos caídos, es decir, que no hagan gran cosa, pero eso tampoco es demasiado relevante porque […] el gobierno ahora está en funciones estamos en el interín de preparar unas elecciones”, las regionales del 21 de diciembre, declaró.
Puigdemont “siempre ha reiterado que los políticos tenían que dar el paso, pero que esto no debía salpicar a los funcionarios”, explicó su abogado.
Elecciones, golpe maestro de Rajoy
Hasta sus adversarios lo admiten: el hecho de convocar elecciones rápidamente ha sido una movida “inteligente” de parte de Mariano Rajoy.
Para evitar hundirse en el “Vietnam” que prometieron los independentistas radicales. juega la carta de la democracia, ante la posibilidad de que la puesta bajo tutela de Cataluña traiga recuerdos de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), uniendo a los independentistas en su contra.
Le impone sus tiempos a los diferentes partidos independentistas, que van de la derecha a la extrema izquierda, y que tras bastidores mantienen enfrentamientos desde hace meses.
Las formaciones están en una encrucijada: o continuar la huida hacia adelante y excluirse de las elecciones del 21 de diciembre, o tomar parte en ellas y aceptar medirse en las urnas en unos comicios organizados por el Estado.
El partido conservador de Puigdemont, el PDeCAT, ya anunció este lunes que participará en las elecciones, el principal partido separatista Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) apuntó en la misma dirección y la CUP tampoco cerró la puerta.
La jugada de Rajoy “ha sido muy buena”, estima la politóloga Sandra León, de la Universidad de York en Reino Unido. El escenario electoral “ya no es el marco […] de resistencia pasiva, de movilización”, afirma.
“El movimiento está sin norte” y si los independentistas no se presentan en coalición, algo probable, entrarán en una “lógica de competición” y “va a ser inevitable que se verbalicen diferencias entre unos y otros”.
¿Y cómo quedan los catalanes? “Queda una división que se ha polarizado”, dice. “Va a requerir mucho diálogo […] Se había convertido en un enfrentamiento entre Madrid y Barcelona, pero […] nos habíamos olvidado de que hay un desacuerdo interno en Cataluña”, agrega León.
Fuente: El Espectador